domingo, 1 de junio de 2008

¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?

Me faltan sólo algunas páginas para terminar de leer un libro del escritor cubano Alejo Carpentier (La Habana-1904/París-1980): El reino de este mundo. Una novela sorprendente basada en hechos históricos reales y pulida con argumentos literarios...maravillosos.
Para conocer más del libro y su autor, robado de un buen blog, este extracto:
(...)En 1949 Alejo Carpentier escribe una de sus más importantes novelas. Esa novela lleva por nombre “El reino de este mundo” y a él le es concedido un alto lugar como literato mundial, pues fue y es uno de los pocos escritos del llamado realismo mítico en el cual la literatura juega y entrelaza la realidad y los sueños, la imaginación y el raciocinio, la vida y la muerte, que al lado del barroquismo crean un tapiz suntuoso, mágico y alegórico del Haití de principios del siglo XIX. Es con este libro que Carpentier se unifica a un movimiento en busca de las tradiciones y orígenes de la historia haitiana, en una búsqueda de una consciencia americana propia, autónoma e independiente de un Nuevo Mundo.
Todo el comentario aquí:
http://www.portalmundos.com/mundoliteratura/joyas/elreinodeestemundo.htm
Sitio 100% recomendado, por cierto

Hay un punto de vista en el prólogo (escrito por el mismo Alejo) que llamó muchísimo mi atención y donde voy a reparar para justificar la potente imagen que encabeza esta entrada (que no está puesta porque sí)
Transcribo y pongan particular atención los seguidores del arte surrealista:
(...)Pero, a fuerza de querer suscitar lo maravilloso a todo trance, los taumaturgos se hacen burócratas. Invocado por medio de fórmuías consabidas que hacen de ciertas pinturas un monótono baratillo de relojes amelcochados, de maniquíes de costurera, de vagos monumentos fálicos, lo maravilloso se queda en paraguas o langosta o máquina de coser, o lo que sea, sobre una mesa de disección, en el interior de un cuarto triste, en un desierto de rocas. Pobreza imaginativa, decía Unamuno, es aprenderse códigos de memoria. Y hoy existen códigos de lo fantástico, basados en el principio del burro devorado por un higo, propuesto por los Cantos de Maldoror como suprema inversión de la realidad, a los que debemos muchos "niños amenazados por ruiseñores", o los "caballos devorando pájaros" de André Masson. Pero obsérvese que cuando André Masson quiso dibujar la selva de la isla de Martinica, con el increíble entrelazamiento de sus plantas y la obscena promiscuidad de ciertos frutos, la maravillosa verdad del asunto devoró al pintor, dejándolo poco menos que impotente frente al papel en blanco. Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam, quien nos enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza —con todas sus metamorfosis y simbiosis —, en cuadros monumentales de una expresión única en la era contemporánea. Ante la desconcertante pobreza imaginativa de un Tanguy, por ejemplo, que desde hace veinticinco años pinta las mismas larvas pétreas bajo el mismo cielo gris, me dan ganas de repetir una frase que enorgullecía a los surrealistas de la primera hornada: Vous qui ne voyes pas, pensez a ceux qui voient. Hay todavía demasiados "adolescentes que hallan placer en violar los cadáveres de hermosas mujeres recién muertas" (Lautreamont), sin advertir que lo maravilloso estaría en violarlas vivas.
Para finalizar este extenso post cargado de olores verdes, sonidos negros y colores salvajes les dejo una canción del brasileño Geraldo Azevedo: Berekeke. Temazo!


Imagen: La Jungla - Wilfredo Lam - 1943

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Reaparezco en tu blog luego de un tiempo de ausencia. Debo confesarme no ser un gran amante del surrealismo, pero algunas veces veo cuadros que logran llamar mucho mi atención, como algunas obras del Greco, este cuadro que nos muestras me parece muy interesante, se pueden ver mil formas y figuras y a la vez puede parecer abstracto, creo que voy a pasar mucho tiempo analizándolo. Ya me dejaste con ganas de leer ese libro y los poemas de Carpentier, pero si no ves la sociedad de los poetas muertos no aceptaré ninguna otra recomendación tuya. Un beso amiga, te quiero mucho.
llur fren, Julián